domingo, 19 de noviembre de 2017

5. 1 LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA: ANTECEDENTES Y CAUSAS. BANDOS EN CONFLICTO Y FASES DE LA GUERRA

BATALLA DE TRAFALGAR:
 


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- GUERRA DE LA INDEPENDENCIA:







 - LAS ABDICACIONES DE BAYONA




A finales del XVIII y principios del XIX el estado absolutista entra en crisis. Los instrumentos del Antiguo Régimen son incapaces de dar solución a los problemas del país. El rey, Carlos IV, deja en manos de su primer ministro, Godoy, el gobierno de España. Fomentará el acercamiento con Francia después de la coronación de Napoleón e intentará tímidas reformas en el interior del país, lo que no puede evitar la quiebra absoluta


Causas - Antecedentes
La situación del estado absolutista a finales de 1807, social y económicamente es muy grave. Las sucesivas guerras, las hambrunas y epidemias provocaron una importante mortandad. El comercio con las colonias estaba colapsado y la alianza con Napoleón, en contra de Gran Bretaña, aumentó la gravedad de la situación, incrementándose los precios y aumentando las protestas populares. El endeudamiento del estado, derivado de las continuas guerras, provoca su bancarrota y los intentos de Godoy por remediarlo, bien a través de los vales reales, o de una impensable, a la vez que tímida, desamortización (1798), no consigue frenar la progresiva quiebra económica de la monarquía y el consiguiente malestar social.
Los distintos grupos sociales acusaron a Godoy de los problemas del país, y por extensión también a los reyes por mantenerle en el poder. Los grupos de privilegiados (miembros del clero y algunos aristócratas) se agruparon en torno al príncipe heredero, Fernando, al que proponían como defensor de la dinastía y único salvador posible de la situación. En 1807, se descubrió una conspiración del príncipe, conocida como el proceso de El Escorial, en el que Fernando pidió perdón a sus padres, los reyes, tras delatar a sus propios incondicionales. Toda una premonición de su futuro político.
Por otro lado, el bloqueo continental contra Gran Bretaña y la ayuda de Portugal a los británicos, supuso la necesidad de invasión del territorio luso por las tropas de Napoleón. En octubre de 1807 el emperador firma con el gobierno español el Tratado de Fontainebleu, por el que se autorizaba al ejército francés a atravesar el territorio español, camino de Lisboa. En febrero de 1808 las tropas imperiales se acuartelaron en distintas ciudades españolas al mando del general Murat, lo que supuso el descontento de los españoles, produciéndose incidentes y enfrentamientos entre los soldados franceses y la población ocupada. Es el momento que aprovechan los partidarios del príncipe Fernando para inculpar a Godoy, al que acusaban de la ocupación. La noche del 17-18 de marzo de 1808, y con masivo apoyo popular, se produce el asalto el palacio real, conocido como Motín de Aranjuez, en el que el valido es depuesto y Carlos IV abdica, cediendo la corona a su hijo, el ya rey Fernando VII, que entra de forma triunfal en el Madrid ocupado por los franceses.
Napoleón invita al nuevo rey y a la familia real, incluido Godoy, a reunirse con él en Bayona. El emperador consiguió que Fernando abdicara a favor de sus padres y estos, a su vez, a favor de Napoleón, que entregó el reino a su hermano José I. Las únicas condiciones impuestas por Carlos IV fueron la garantía de unidad de las posesiones de la corona y la exclusividad de la religión católica. A cambio recibieron varios castillos y rentas en Francia, iniciando su exilio. Este proceso se conoce con el nombre de las abdicaciones de Bayona


GUERRA DE INDEPENDENCIA


La salida de Madrid de la familia real suscitó la alarma en la capital. El 2 de mayo se produjo un levantamiento popular (sin intervención del ejército español) que fue duramente aplastado por las tropas de Murat, con la consiguiente represión. Ante este estado de cosas, las clases privilegiadas y las instituciones del Antiguo Régimen acataron la autoridad francesa. La reacción popular fue distinta, considerando que la renuncia del trono por parte de Fernando había sido impuesta, y que el rey estaba preso en Bayona, el mismo día 2 de mayo el alcalde de Móstoles lanzaba su bando llamando a la insurrección, que en pocos días se extendió por toda España. Había comenzado la guerra.
Durante su primer año, la balanza y relación de fuerzas fue muy desigual. Frente al, hasta entonces, invencible ejército francés, se encontraba un exiguo ejército español reforzado con unidades inglesas y restos del ejército portugués. En un primer momento los franceses intentaron sofocar los levantamientos (sitio de Zaragoza) pero se vieron sorprendidos en Bailén, gral Castaños, lo que provocó la huida de José I de Madrid y la decisión de Napoleón de intervenir personalmente en la península, al frente de la Grand Armée, 250.000 efectivos. Su llegada llevó de nuevo a las tropas imperiales a la conquista de la capital, asegurando a su hermano en el trono.
A partir de 1809 los franceses consiguen avanzar hacia el sur. Sólo Cádiz pudo resistir con la ayuda inglesa. Junto a un ejército regular, participará la guerrilla la “nación en armas” (junto a la dispersión de fuerzas que provoca, su efecto psicológico será importante, amén del boicot de las comunicaciones por las partidas de bandidos o nuevos milicianos), con apoyo inglés. Cura Merino, Empecinado, Renovales, Espoz y Mina.
Desde 1811 la guerra toma otros derroteros. El abandono de Portugal (derrota de Torres Vedras), el avance desde el sur del general Wellington, la victoria inglesa en Arapiles y la decisión de Napoleón de atacar a Rusia y su posterior derrota, produjeron la retirada francesa. En 1813 la batalla de Vitoria obligó a José I a pasar la frontera, lo que llevó al emperador a firmar el Tratado de Valençay por el que devolvía la corona de España a Fernando VII.

El reinado de José I en estos años se caracterizó por el intento de dar una imagen de legalidad y modernidad a la nueva monarquía, para lo que otorgó el Estatuto Real de Bayona, con el objetivo de ganarse a los sectores más progresistas del país. De igual modo decretó una serie de medidas modernizadoras: supresión de Consejos y Secretarías y sustitución por Ministros, abolición de la jurisdicción señorial, eliminación de las barreras aduaneras internas, disolución de la Inquisición, reducción de conventos y expropiación de sus bienes (y la de algunos grandes de España) para su posterior venta y amortización de la deuda. Estos hechos fueron refrendados por una minoría ilustrada, los afrancesados, que veían en estas medidas el desarrollo y progreso de España. Cuando acabe la guerra, 12.000 familias afrancesadas habrán de abandonar España.

CARTAS DE FERNANDO VII A NAPOLEÓN (Extraído del Blog: Dioses, Reyes y Héroes):

España se veía inmersa en la guerra de la Independencia. Mientras los españoles combatían contra José I y aclamaban a Fernando, mientras un 2 de mayo regaban Madrid con su sangre, El Deseado se encontraba a salvo en Valençay, a 300 kilómetros de París, recibiendo clases de danza y música en compañía de su hermano. Allá en el castillo de Talleyrand ambos entretenían su tiempo montando a caballo, pescando y organizando cenas y bailes. Y, por supuesto, durante una de estas fiestas, con ocasión de la boda de Napoleón con María Luisa, Fernando no olvidó brindar por los novios.

En Valençay permaneció hasta el final de la guerra, dirigiendo al emperador unas cartas que revelan mucho acerca de una naturaleza en la que no cabía la lealtad, el orgullo o la dignidad; mucho menos el valor. Este es un ejemplo:
Señor: he recibido con sumo gusto la carta de V.M.I. y R.* de 15 de corriente, y le doy las gracias por las expresiones afectuosas con que me honra, y con las cuales yo he contado siempre. Las repito a V.M.I. y R. por su bondad en favor de la solicitud del duque de San Carlos y de don Pedro Macanaz, que tuve el honor de recomendar. Doy muy sinceramente, en mi nombre y de mi hermano y tío, a V.M.I. y R., la enhorabuena de la satisfacción de ver instalado a su querido hermano el rey José en el trono de España. Habiendo sido objeto de todos nuestros deseos la felicidad de la generosa nación que habita en tan dilatado terreno, no podemos ver a la cabeza de ella un monarca más digno ni más propio por sus virtudes para asegurársela, ni dejar de participar al mismo tiempo el grande consuelo que nos da esta circunstancia. Deseamos el honor de profesar amistad con S.M. y este afecto ha dictado la carta adjunta que me atrevo a incluir, rogando a V.M.I. y R. que después de leída se digne presentarla a S.M. católica. Una mediación tan respetable nos asegura que será recibida con la cordialidad que deseamos.

Señor, perdonadme una libertad que nos tomamos por la confianza sin límites que V.M.I. y R. nos ha inspirado, y asegurado de nuestro afecto y respeto, permitid que yo renueve los más sinceros e invariables sentimientos con los cuales tengo el honor de ser, señor, de V.M.I. y R. su más humilde y muy atento servidor.

Fernando. Valençay, 22 de junio de 1808.


*Vuestra Majestad Imperial y Real


Napoleón lo despreciaba tanto que acabó por publicar en Le Moniteur universel estas cartas. En lugar de inquietarse por ello, Fernando tuvo la poca decencia de darle las gracias por hacer público el inmenso amor que profesaba al emperador. 

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